El kaleidoscopio es un instrumento compuesto por un tubo que contiene en su interior tres espejos y en un extremo dos láminas de vidrio entre las cuales hay varios objetos de figura irregular. Al observar por el extremo opuesto mientras se va volteando el tubo, miles de imágenes simétricas, infinitas e irrepetibles aparecen fundamentadas en el principio de la reflexión. La multiplicidad de aspectos, intereses, gustos, ideas, cambios, imágenes, formas y figuras que conforman mi vida se funden metafóricamente en un kaleidoscopio. Te invito a ver y a leer una parte de lo que puedes observar a través de mí.

lunes, 14 de junio de 2010

Carta a los colores

Hoy suelto estas palabras pigmentadas, para agradecerles el hecho de ser la compañía de mis notas musicales; por convertirse en hermanos univitelinos de mis números; por salpicar mi imaginación con sus espectros; por entintar los recuerdos y ser complementarios de la memoria. A ustedes: la envestidura de mis pinceles desnudos.

¿Quién concibe un tango sin rojo?, sin labios saturados, sin las letras de quienes están sumidos en una escala de negros. Voy persiguiéndolos en el círculo cromático de los alfileres y escudriñando matices en las vitrinas de las heladerías, en donde hay sabores fríos de colores cálidos.

Los busco también en los ritos de apareamiento, en la cola del pavorreal y en el arte cinético de las cebras. Los encuentro en las luces de los escenarios, me baño con sus gamas, me mezclo con ustedes.

Por años, han sido libres, pero al mismo tiempo, reos de libros y galerías. Iluminaron la sinestesia de Nabokov, se convirtieron en metáforas inmortalizadas por la taxidermia de las imprentas. Embadurnaron los relojes persistentes de Dalí, las cejas eternas de Frida, la pipa enigmática de Magritte, los cielos desesperados de Munch, las faldas vigorosas de Lautrec…

Tengo que decirles que pueden llegar a ser aborrecibles, por hallarse en la frustración del ciego, marcar la vida del daltónico, manchar las alucinaciones de los locos, mostrarme tornasoles confusos, estar ausentes en el aire e ignorar las transparencias. Pero sobre todas las cosas, los odio por querer inhibirse cuando tengo un lienzo en frente. El papel en blanco, la mente en blanco; la ausencia total del color.

Entonces, a pesar de todo, ante ustedes sucumbo y agradezco el interés por no hacer de mi existencia una experiencia monocromática.